«Echo de menos la orquesta
de Duke Ellington»
de Duke Ellington»
Murió Jim Hall. Sucedió el pasado día 10, pocos días después de haber cumplido los 83 años. Un paro cardíaco nos priva a los aficionados de la inspirada improvisación de una de las más claras referencias del jazz; «el mejor guitarrista vivo», como llegó a afirmar su colega y discípulo Pat Metheny. El desenlace fue rápido, en su casa de Nueva York, rodeado de su familia. Fue precisamente su hija y mánager, Devra Hall Levy, la que se encargó de hacer oficial el anuncio. Después de lo leído sobre él todos estos días, aporto mi granito de arena con una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en el año 2006, cuando visitó A Coruña.
Seguro que nadie recordará a Jim Hall, y a su capacidad para interpretar jazz, por su técnica guitarrística, que por supuesto la tenía, o su capacidad de liderazgo, porque nadie le cuestionaba, o por su magnetismo como líder, condición que se desvanecía cuando subía al escenario e involucraba a todo el grupo en su discurso. Lo que sí es seguro es que recordaremos a Jim Hall por su apuesta emocional de la música, destacando su sonido sutil, imaginativo, expresivo y armónicamente muy avanzado, además de su fraseo tranquilo con capacidad para modelar cualquier tema gracias a personalísimo sentido estético y técnico, que permitirá disfrutar a generaciones futuras de registros tan hermosos como Concierto de Aranjuez, (Concierto, 1975), junto a Chet Baker, Paul Desmond o Ron Carter, o My Funny Valentine, acompañado nada menos que por Bill Evans al piano (Undercurrent, 1962). En definitiva, no es de extrañar que guitarristas de la talla de Pat Metheny, John Abercrombie o Bill Frisell lo hayan considerado sin rubor un maestro. Jim Hall fue sin duda maestro de maestros.
Jim Hall nació en Buffalo (Nueva York). En sus inicios se sentía más atraído por la costa oeste para formarse como músico, adonde se trasladó en los 50. Comenzó a forjar su trayectoria en el quinteto del batería Chico-Hamilton, curiosamente fallecido también recientemente. No llevaba mucho tiempo en Los Ángeles pero ya acompañaba a los grandes; Ella Fitzgerald, Bill Evans o Paul Desmond. La sutileza en la interpretación y sus avanzados conocimientos musicales le asociaron rápidamente con la escena avant- garde. Así, a comienzos de los 60 dejó su marca en joyas como The Bridge y What's New, del saxonista Sonny Rollins. Poco después comenzó a liderar sus propios proyectos, casi siempre experimentando en formaciones pequeñas, dúos en general, que permitieron desarrollar su elegante capacidad de diálogo con otros músicos, como Pat Metheny, Bill Evans, Charlie Haden o Ron Carter. Más tarde dedicó una buena parte de su brillante trayectoria a la enseñanza y la composición.
ENCUENTRO
Jim Hall pasó en el 2006 por A Coruña. Tenía 75 años. Actuó dentro del ya desahuciado ciclo de jazz de la Fundación Barrié. Me acerqué al hotel coruñés donde estaba alojado para conocerlo y charlar con un rato con él. Recuerdo que tuve que esperar porque estaba dando su «habitual» paseo matinal. Tomé café mientras repasaba el guión de la entrevista. Al rato levanté la vista y lo vi; zapatillas de deporte, pantalón vaquero, camisa de cuadros y chaleco marrón. Inconfundible, no? El guitarrista también me miraba y después de un gesto de su mánager se apresuró a mi encuentro con la mano extendida:
_«My name is Jim Hall».
_«My name is Jim Hall».
_«Yes!!!». logré responder a la cortesía.
Lo conté entonces en la entradilla de la entrevista y lo repito ahora porque solo en ocasiones (pocas la verdad, por lo menos en mi caso), una parte de mi trabajo, la que me gusta, tiene estas cosas; me permite sentarme frente a frente y disfrutar durante unos minutos de la conversación con alguien realmente interesante, una persona a la que admiro por su obra, por su trayectoria, por su trabajo... Algo así ocurrió con Jim Hall, que en todo momento se mostró cercano, discreto, simpático y contemporáneo, sin grandes nostalgias, salvo la orquesta de Duke Ellington, según me confesó.
Hoy puedo decir que disfruté charlando con el que, sin duda, fue uno de los nombres más significativos del jazz desde mediados de los 50, que ha influido en muchos músicos de generaciones posteriores. De hecho, escuchar a la mayoría de guitarristas de hoy en día es escuchar algo de Jim Hall.
Os dejo la entrevista publicada entonces en el suplemento Culturas de La Voz de Galicia.
Lo conté entonces en la entradilla de la entrevista y lo repito ahora porque solo en ocasiones (pocas la verdad, por lo menos en mi caso), una parte de mi trabajo, la que me gusta, tiene estas cosas; me permite sentarme frente a frente y disfrutar durante unos minutos de la conversación con alguien realmente interesante, una persona a la que admiro por su obra, por su trayectoria, por su trabajo... Algo así ocurrió con Jim Hall, que en todo momento se mostró cercano, discreto, simpático y contemporáneo, sin grandes nostalgias, salvo la orquesta de Duke Ellington, según me confesó.
Hoy puedo decir que disfruté charlando con el que, sin duda, fue uno de los nombres más significativos del jazz desde mediados de los 50, que ha influido en muchos músicos de generaciones posteriores. De hecho, escuchar a la mayoría de guitarristas de hoy en día es escuchar algo de Jim Hall.
Os dejo la entrevista publicada entonces en el suplemento Culturas de La Voz de Galicia.
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